viernes, diciembre 26, 2008

Para ti no, para ellos sí

Tras lo sucedido con la ley que elimina los impuestos a las gratificaciones ha quedado claro, hasta para el que lo dudaba, que en el Perú a todos no se nos mide con la misma vara.

Vengo leyendo la columna de Humberto Campodónico desde hace casi un año y he visto como casi siempre sus argumentos, más sólidos que los de muchos politiqueros, terminan en saco roto, y cómo temas que deberían estar en la agenda de algunos medios supuestamente prestigiosos, no existen. Hablo, por ejemplo, de la extrema amabilidad con la que trata el Gobierno a sus amigos empresarios.

No soy muy hábil para las cuentas y, en general, todo lo que implique porcentajes. Por eso leo a Campodónico y todo columnista o especialista que sepa hacerse entender más o menos en un lenguaje sencillo. Puedo decir que he aprendido una que otra cosa de ellos, pero en particular, que nos hace muchísima falta a los peruanos un cursito intensivo de economía y de cómo funcionan las instituciones del Estado Peruano en ese rubro. ¿Por cultura general? Puede ser, pero más aún por supervivencia.

La gente que sí sabe de estos avatares maneja el país y lo hace como si estuviera compitiendo contra las personas a las que sirve, como si tratara de arrancarles lo poco que tienen para seguir siendo ellos los que conducen el país. La diferencia entre tener nociones de economía y no tenerla puede significar la supervivencia a sus ataques.

Escuchaba el 24 de diciembre las declaraciones de Yehude Simon, en una pausa durante la reunión semanal del Consejo de Ministros, y a la vez iba entendiendo que eso de no explicar al detalle cada decisión económica del Ejecutivo solo puede engendrar frases ridículas que intentan a la fuerza justificar lo injustificable.

Ante la pregunta de un reportero, en el patio de Palacio, acerca de cuánta era la diferencia entre lo que se perdía con la exoneración de los impuestos a las gratificaciones y lo perdido con la exoneración de impuestos a los movimientos bursátiles, Simon responde: mucha diferencia. Y eso es todo, un cálculo al hilo y Simon, un economista erudito.

La explicación también pudo haber sido: y eso qué importa, la hay y punto. De esta forma, el ciudadano promedio se queda con esa explicación y un tufillo a estafa mal disimulada, pero imposible de comprender a fondo y, eventualmente, ser sancionada. O casi imposible.

Dudo que el número necesario de personas que haría falta para llamar la atención del Gobierno –algo así como el que paralizó Moquegua y Tacna- se encuentre bien distribuido en varias regiones del país y esté lo bastante motivado como para reflexionar sobre el PBI y acerca de qué significa el balance comercial para un país.

Pero también dudo que, una vez evidenciada una injusticia en el manejo de cifras de la economía estatal -casi siempre detectada por los que sí saben y no gobiernan-muchos ciudadanos no encuentren la motivación que les hace falta para conocer un poco más de cómo el Estado utiliza sus contribuciones. De cómo se maneja(¿manipula?) económicamente el país.

Así, evidenciada una posible injusticia en la eliminación de impuestos para unos pocos y ricos, y la tributación exigida a otros más numerosos y de bajos recursos, justifica una pacienzuda explicación por parte del Gobierno.

Y si la preocupación de este último y sus economistas surcara la idea de que talvez no entendamos: ¡no problem!. El sueldo no es un juego y se trata de que el propio Estado pudiera estar intentando impedir su mejora. Urge, pues, una explicación más ilustrativa que la del premier Simon, algo más que un “eso ocasionaría un forado” (¿?) Personalmente, prefiero un intrincado balance financiero en gráfico de barras, que una explicación como esa. Y prefiero una charla tediosa sobre tributación a conformarme solo con una Teletón.

Ante todo, la presión tendrá que venir de los ciudadanos, y de ningún otro lado. De nosotros depende ahora que nuestro presidente y su entorno se preocupen por explicarnos por qué se permite a unos jugar a la especulación sin pagar impuestos y por qué no se hace hasta lo imposible por mejorar los sueldos de la gran mayoría de peruanos. Y, además, ¿por qué no?, eliminar uno que otro impuesto que mejore nuestra calidad de vida.

lunes, octubre 06, 2008

Análisis y Duda por un Buen Gobierno.

Mejor que un raticida.

Supongamos que un funcionario público de alto nivel, como un ministro, siente deseos vívidos de hacer dinero con su cargo y engañar al estado -pues engañar de por sí induce al placer de tener poder sobre quienes se engaña-. Si es lo bastante inteligente y diestro en las artes de la estafa, aplicará todo su ingenio para alcanzar sus sueños. Esto puede suceder, puesto que el poder, en situaciones en las que las probabilidades de ser descubierto son pocas -en nuestro país, la débil institucionalidad es clave- nos invita a cometer los actos más bajos y desterrar los escrúpulos, como si de leprosos se tratara.

Pero algo así no parece viable para quienes hoy gobiernan o participan en el gobierno del país. Por el contrario, hacen de todo por demostrar que no puede ocurrir o no está ocurriendo. La premisa es, pues, la de que "todo tiene que estar yendo de maravilla", y que no hay ningún motivo para pensar que algo malo esté sucediendo. Así, quien sale ganando es el poder abusivo, que se aprovecha insanamente del beneficio de la duda, más aún cuando el sistema en el que se mueve le brinda las facilidades.

Lo sucedido con Discover Petroleum no es un hecho aislado, como desde el ejecutivo se intentará probar. Es muy probable que el gobierno busque, a continuación, convertir en un caso singular el comportamiento de los funcionarios involucrados. Se teme que a nivel de imagen -como se gobierna mejor un país hoy en día- los hechos de corrupción puedan infectar la percepción que tiene el ciudadano de su ejercicio en el cargo.

El negocio de vender una buena imagen a cambio de votos electorales exaspera a un gobierno de turno, peor aun cuando un militante de su partido pone en duda la pretendida imagen de pleno bienestar y de "un país que avanza": visión de un gobierno que quiere inversión privada a como dé lugar sin antes limpiar su casa.

Por otro lado, para que algo como lo ocurrido con el aprista León suceda, no solo basta que exista un déficit en la capacidad de autofiscalización. Hace falta que la institucionalidad del órgano estatal para el que se trabaja sea endeble y que existan los mecanismos necesarios para que un tema escandaloso pueda ser tratado por teléfono y sin la menor vergüenza.

Los involucrados, por más que ellos así lo crean -pese a su bochornosa caída-, no son los genios de la estafa, ni lo bastante astutos como se les pretende ver desde el ejecutivo -¿ratas, pericotes?-. Solo son dos vivazos más que se aprovecharon de la corrupción imperante de la que García y su entorno no quieren saber nada, hasta que los periodistas, a quienes ofende a menudo, se la presentan en bandeja.

La gente corrupta no se ha vuelto más hábil. Las condiciones para la corrupción han mejorado. Alberto Quimper y Rómulo León han sido encubiertos por mecanismos que se alimentan de la erosión de las instituciones del estado, donde nadie se cuestiona lo rápido que pueda ser elegida una transnacional en una licitación o que gente con antecedentes de corrupción -solo por pertenecer al partido- trabaje en sectores tan delicados como el petrolero.

Si con Fujimori ya se ha demostrado lo fácil que puede llegar a ser en nuestro país evadir la responsabilidad política, no hay motivos para que A.G.P. piense que, solo porque él es el presidente ahora, esas mismas argucias no se puedan estar empleando. Y si es tan complicado darse cuenta de dónde puede estar sucediendo, tal vez sea hora de dejar a la oposición -incluso a todos los 'perros del hortelano'- que se lo señalen.

El poder ostentado en un medio altamente contaminado por la anomia -falta de norma, según P. Bordeau- trae como resultado una serie de circunstancias propicias para un ilícito. Hacer un análisis más profundo de la situación que atraviesan las instituciones que gobierna no le vendría nada mal a nuestro presidente. Que no espere, entonces, que la prensa peruana le demuestre que desconfiar un poco de su entorno es mucho más sensato que estar creyendo que se vive en un edén.

¿Ahora comprenderán mejor el presidente y sus ayayeros por qué la población pone tantos peros a la inversión de las mineras? ¿Acaso, con tan solo una situación como la de los recientes audios , no se podría hacer mucho más daño a las comunidades campesinas que a la malgastada imagen de su presidente?

miércoles, setiembre 10, 2008

Mitos Pro Dictador

¡Dios nos libre de ellos!

Demasiados argumentos falaces usa la fanaticada fujimorista. Juntos todos ellos representan la ideología de una porción de ciudadanos que está dispuesta a vender su libertad a cambio de que un "todpoderoso" les resuelva los problemas.

Me sorprende que aun continúen vigentes mitos tan palurdos como que el uso desmedido de la fuerza -que tantos de esos fujimoritas aman- fue la estrategia precisa por la cual se venció al terrorismo. ¿Y el grupo de inteligencia de la policía (GEIN)? ¿ No fueron ellos acaso, un grupo de hábiles detectives que decidieron alejarse de Montesinos y su autocrático jefe, los que acabaron con la base piramidal que mantenía en pie a la cúpula senderista? En todo caso, si es que estuviéramos de acuerdo en que se venció al terrorismo por la fuerza -como Fujimori lo hizo- ¿No es justamente por lo que se le está -Dios lo quiera así- a punto de condenar? Y si Fujimori está tan orgulloso y convencido de sus actos ¿Por qué no se suma a las muchas víctimas del terrorismo y asume su responsabilidad por los ideales en los que cree?

Sabemos la respuesta (sí pues, es un cobarde). Se podrá decir que es mentira, que el "chino" no conocía de los excesos que se cometían. Pero ¿entonces como rayos pacificó al país? ¿Con una barita mágica, acaso? Si no fue así, Fujimori está en serios líos, porque a los que sí son demócratas y respetuosos de los derechos humanos -entre los que incluyo a los jueces que lo juzgan- les interesa saber si se han cometido excesos. Y , de no conocer sobre estos, ¿por qué hay tanto fujimorista agradeciéndole por haber "pacificado" al país?

Por último, me gustaría terminar de derrumbar viejos argumentos pro dictador, pero no me alcanza este espacio, ni el tiempo.* Lo dejaré para después. Solo me gustaría hacer recordar (o conocer) a nuestros conciudadanos fujimoristas que Fujimori terminó haciendo lo que Vargas Llosa pretendía: un shock económico. Es decir, el mismo motivo por el que se registró que la población no estaba dispuesta a votar por el afamado escritor. Esa es una medida neoliberal sumamente drástica, y nada popular al momento de ser aplicada, pero qué bien le dio forma Fujimori al combinarla con la manipulación mediática ¡Poderoso analgésico!

En el fondo de aquellas medidas fujimoristas yace la idea de: "claro, matamos a algunos cuantos pobrecillos, pero qué más da ¿no? Mejor salvarnos nosotros por 'el bien del país'". ¿Así son las cosas? Si algo de decencia tenemos los que sobrevivimos a la masacre, no deberíamos agradecerle a un seudo mesías por haber sacrificado a hermanos nuestros sin habérseles consultado. ¿O acaso creen, señores fujimoristas, que alguien les consultó a los masacrados si querían morir por nosotros, sus indiferentes hermanos (capitalinos en su mayoría)?

-------------------------------------------------
(*) Gustavo Gorriti hizo un interesante análisis, durante las elecciones del 2000, de los argumentos más usados por el fujimorismo para justificar su pleitecía con el hoy procesado ex presidente. Se lo puede leer en la página web de Caretas. Vale la pena revisarlo, aquí les dejo el link: http://www.caretas.com.pe/1357/novotar/novotar.html

martes, junio 10, 2008

Objetivo no mundialista
Para aficionados (como yo)


No hay que ser harto inteligente para afirmar que las cosas se están haciendo demasiado mal en la Federación Peruana de Fútbol. Y aunque de fútbol no sepa más que se trata de un juego en el que once jugadores compiten contra otros once, correteando un balón hasta introducirlo en un arco, no me queda la menor duda de que nuestra selección no está practicando ese deporte.


Como bien lo ha dicho hoy La República: "No hay equipo. No lo hubo en el empate ante Colombia, tampoco ayer en el gigantesco Centenario"1 No se trata de que hayan ganado o perdido, sino de la forma en que lo hicieron y de que desastres como este se están haciendo más comunes que antes, incluso más comunes que no vernos en un mundial o que Perú pierda un partido. Nuestra selección de fútbol es nada más y nada menos que el cruel relato de la escasa atención que en nuestro país se le presta al deporte.


Pero mi reflexión no va dirigida ahora a la dirigencia, sorda e insensata, atornillada a un puesto que colabora con fruición con la depresión social que vive el país debido al estado de cosas a nivel político y económico. Estas palabras las dirijo a la afición, a aquellos que apoyan al equipo aun sabiendo lo poco que se hace para prepararse ante el rival, a esos que -al igual que yo- ven el partido arriesgándose a la desazón del mal juego y la derrota.




El cambio no nos va a venir del cielo. Así la selección peruana golee al campeón del mundo en los próximos partidos de la eliminatoria no debe cambiar nuestra perspectiva de las cosas: no nos estamos preparando adecuadamente para participar en un mundial de fútbol. Pues hay que ser justos. Al César lo que es del César. Si no hay preparación -mejores estadios, apoyo a jóvenes talentos, promoción de campeonatos internos- y dirigentes honrados y patriotas, no es justo que un país figure entre los mejores del mundo.




Lo lamento, pero es así. Y si pienso seguir apoyando a la selección es única y exclusivamente porque no tengo más equipo que apoyar que el de mi país. Darle la espalda, aun en estas circunstancias, solo contribuiría a que nuestras debilitadas redes sociales se difuminen más, y a que nadie se haga responsable de lo que más adelante -Dios quiera que no sea peor- pueda suceder con el fútbol de este país.




Sugiero el apoyo incondicional a cualquier disciplina que nos represente en el exterior. Tengamos en cuenta que el fútbol no es el único medio para compartir con el mundo la grandeza de nuestro país -aunque nos cueste darnos cuenta- sin olvidar que, único o no, el preparar a nuestra selección merece una atención que va más allá de cumplir con el objetivo de jugar un mundial: hacer buen fútbol.




---------------------------------------------------------------
1 Diario La República. Perú . Año 27 (18/06/08) p 32

jueves, mayo 15, 2008

Una necesidad
Disculpen el desorden.


Necesito escribir. Pero esta vez más por mí que por lucir mis facultades de escritor –si es que las tengo-. Deseo sentir ese placer del que tantos novelistas y poetas hablan, además de periodistas y algunos prosistas novatos. No porque no lo haya sentido antes, sino más bien por sentirlo más y con mayor frecuencia.

Todo esto incluye también mi deseo de narrar, no sin dejar de ser crítico con lo que narro, claro. Pero quiero contar algo, porque creo que tengo mucho que contar. No he vivido mucho y, por eso, lo que digo puede levantar muchas suspicacias. Pero es comprensible contar con muchas historias en la cabeza si se es detallista, si por cada cosa vivida se puede extraer un pequeño mundo de sucesos que constituyen una unidad separada de la desordenada realidad.

Les cuento que me gusta jugar con las palabras, por ejemplo. Un pasatiempo mío, casi inconsciente, es conjugar verbos y corregir errores gramaticales. No sé por qué lo hago, pero siento casi lo mismo cuando escribo. Quizás escribir también se vuelva un pasatiempo, aunque espero que sea más consiente que inconsciente con el pasar del tiempo. Me gusta más disfrutar las cosas con la mente clara.

A veces mi capacidad argumentativa no es lo bastante buena, sobre todo cuando no me siento motivado a defender nada. De todos los cursos de redacción que he llevado, me ha quedado la idea de que es imprescindible saber ponerse en situaciones contrarias de las que uno parte para construir mejores argumentos. Puedo decir que no lo logro aún, como sé que muchos tampoco. Pero puede talvez serme útil hallar suficiente motivación en la ambición de querer sentir lo que siente quien no está de acuerdo conmigo.

Hoy hace frío como en cada invierno limeño –tan húmedo como melancólico, quizás más- y yo he decidido hablarle a quien me lea tan solo escribiendo. Lo vengo haciendo desde hace mucho, en el Messenger, pero ahí no llego a concluir mucho de lo que pienso y si lo hago, se pierde en la memoria de mi interlocutor y en una parte de mi disco duro. De algún modo a eso le debo ser un invertebrado: la consistencia corpórea de mis ideas no llega a más que una primera fase evolutiva.

Ahora ya no sé como terminar este... sabe Dios qué tipo de narración. No comencé con ninguna idea específica al comenzar a escribir, por eso no sé con qué debo cerrar. Y como no tengo idea de ello, termino así nomás, hasta que sienta deseos de volver a escribir. Ojalá la próxima vez no sea solo el deseo de escribir lo que me obligue a hacerlo, para no tener que aburrirlos con un texto tan desordenado. Algo con respecto a mi reciente vocación de periodista gráfico puede que llame la atención.


Pueden visitar, si gustan: www.fotolog.com/jlcontreras

martes, marzo 18, 2008

Sin ir más allá
Opinión Pública y Sanción desde el Periodismo.

Estoy llevando en este sexto ciclo de mi carrera un curso llamado Opinión Pública. Creo que se me presenta una gran oportunidad para aclarar algunas cuestiones acerca de la labor del periodista, en particular en lo que tiene que ver con la formación de la opinión de la población.

No estoy de acuerdo con que los periodistas se sientan en la obligación de decirle a la gente cómo debe pensar o qué actitud debe tomar frente a un hecho. Tal vez haya alguno por ahí que crea que así es, y que tener la posibilidad de presentar su punto de vista frente a miles de lectores, televidentes o radioescuchas signifique estar siempre en lo cierto. O que el simple hecho de contar con mucha información baste para ofrecerle a su público una perspectiva incuestionable. Pero es un punto de partida errado y que puede llevar a muchas complicaciones.

Con lo que sí estoy de acuerdo, pues me parece más sensato, es atribuirle siempre al periodista la tarea de promover una discusión en torno a un tema específico. El resto de la tarea está en manos del público. Es decir, basta con reunir información de diversas y confiables fuentes, y tomar una posición inicial frente a lo que se informa, para no terminar confundiendo al periodista con una computadora, llena de información y sin criterio propio.

Hay en particular un asunto complicado sobre el que me gustaría reflexionar en el curso que ya mencioné. Es acerca del supuesto poder que ejerce, a través de los medios, la sociedad frente al poder político. En principio, prefiero pensar que la sociedad sí está en condiciones y en el derecho de exigirle a su gobierno transparencia y eficiencia dentro de sus funciones. Y también estoy de acuerdo con que los medios sirvan de apoyo a la población para darle la oportunidad de participar, de alguna manera, en el gobierno de su país.

Sin embargo, como lo hizo notar mi profesor, durante la primera clase de Opinión Pública, hablar de aquel poder de la población es muy delicado. Porque es necesario antes definir bien cuales son los alcances de ese mismo, tanto como separar la esencia de la labor judicial de la del periodismo al momento de denunciar un hecho controversial o delictivo.

El Derecho no suele castigar a alguien por no cumplir con las expectativas que la sociedad tiene frente al rol de ese individuo específico. En cambio la sociedad parece hacerlo a cada momento. Una forma de castigo social suele ser la exclusión. Y el motivo más común por el cual se es excluido es cuando se espera mucho de alguien por el oficio que realiza y no actuamos a la altura de esa expectativa.

Pongamos el caso de un periodista. Si no cumple con ser imparcial, serio y veraz, la sociedad lo descalificará como periodista, puesto que esa es una carrera en la cual esas cualidades se entienden como muy necesarias. Lo mismo con un ingeniero cuyo edificio se desplome, o que no sepa al menos las más elementales matemáticas. Asimismo, el caso de un médico culpable de la muerte de un paciente.

Frente a errores de ese tipo, muchas sociedades no encuentran otra forma de castigar a tales o cuales personajes más que excluyéndolos y haciendo público su error con ayuda de los medios. Más allá de dicho castigo, tal vez quede la sensación de que no se ha hecho lo suficiente y, por eso mismo, algunos piensen en represalias mayores a las de la exclusión. Erradamente, se llega a pensar que el periodismo, bajo esas circunstancias, tiene la obligación de hacer caer el peso de la ley sobre los culpables.

Pero no habría más salida que la manipulación del 'sabio entender' de los jueces, puesto que un artículo o informe no tienen el peso que tiene una sentencia judicial. Y el periodismo no puede, ni debe, llegar a tanto. Puedo asegurar, desde mi modesta perspectiva actual, dado que no he reflexionado aun lo suficiente, que es necesario separar las funciones de cada profesional. Dominique Wolton defiende la idea de la separación de funciones -en su libro "Salvemos la Comunicación"- con el fin de no entorpecer la labor comunicacional de los medios. Y no estaría mal decir que atribuyéndole función de juez al periodista, se está entorpeciendo su tarea de comunicador.

Después de todo, lo que hace un periodista es 'solo' informar, aunque para ello primero deba reflexionar acerca de qué es lo que realmente vale la pena informar. Exigir una rendición de cuentas al Estado, o a un funcionario que falló en su labor pública, es la única arma que tiene el periodismo, aunque pueda ser usada de mil maneras de acuerdo a la habilidad del periodista. Pero, no nos esquivoquemos: exigir no es lo mismo que procesar judicialmente. Quienes juzgan son los jueces, no los periodistas.

Como idea inicial para esta larga reflexión puedo afirmar que el periodismo debe canalizar el malestar de un sector o de toda una sociedad, y hacerlo bien. Cumplida esta función, no habría más que esperar que la sanción social de exclusión, o de otras que seguramente hay, toque las puertas de quienes, sabiendo que están en un error, no se reivindican. Por poco que esto parezca, se hace mucho al decir quién es quién en cada situación dentro del impreciso espacio público.

Así se evita que la sociedad no quiebre su voz cuando necesita señalar con firmeza y castigar, si es necesario, a un personaje nocivo o indigno de realizar una labor de mucha responsabilidad social. Y todo esto sin necesidad de llevarlo a la cárcel o imponiéndole cumplir con una pena o sanción administrativa.









IMAGEN DE LA SEMANA

IMAGEN DE LA SEMANA
JUSTIFICADOR. Mario Cortijo, jefe de informaciones de El Comercio, explicando los motivos que tiene ese diario para incluir un tema anecdótico en sus primeras planas, durante su visita a la PUCP. (17/09/08)